-las
cosas que a ti
lamentablemente
te faltan-
dijiste,
reíste, clamaste
parada
en el eje de mi mundo.
Tengo
el hábito, el mal hábito
de
despertar por la noche
con
el sabor de tu lengua
que
puja a mil por hora.
Tengo
el hábito, el puto hábito
de
recordar todos tus escenarios
cada
palabra, acción, silencios
que
entran en tu viaje.
Me das este insomnio.
Sé que hay
cosas que me faltan,
lo sé,
pero no me faltan estas noches sofocantes
febriles, lacerantes, elípticas
que me regalas con tus reproches,
como si los pilares de mármol
de esa coraza que eres
se aglutinen en el centro
como en un abrazo fraterno
aplastándome...
Pero,
estoy seguro,
de que has matado mejores.
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